Max Weber (economista, sociólogo y político alemán), Gustav Klimt (pintor austríaco) y Jacinta Marto (la niña a la que se le aparecía la Virgen de Fátima) tienen un desconocido denominador común: los tres murieron a causa de la Gripe Española, que anecdóticamente se llamó así porque la prensa en España, que no participaba en la primera guerra mundial, fue la única que pudo informar sin censura.
A pesar que en esa época el telégrafo y el teléfono eran medios que permitían acceder a la noticia con relativa rapidez, las autoridades de salud de entonces se resistieron a revelar el número de personas afectadas y muertos dificultando la evaluación del contagio. El 22 de agosto de 1918 el primer ministro italiano negaba ante la opinión pública los datos alarmantes de la pandemia y los siguientes meses los diarios nacionales e internacionales siguieron el mismo camino.
En medio de esa desinformación no se suspendieron las reuniones masivas y, por el contrario, se hacían procesiones a los santos del lugar para pedir no enfermarse. Claramente esas plegarias a causa de la desinformación no fueron escuchadas y la pandemia mató a 50 millones de personas.
La comunicación en la pandemia actual
Hoy la historia se repite y estamos ante otra pandemia, el Coronavirus. Afortunadamente a diferencia de 1918 más de la mitad de la población mundial se informa en tiempo real del desarrollo y evolución de la enfermedad. A eso se suma que a diferencia de antaño las autoridades mundiales trabajan coordinadamente bajo un solo propósito: evitar la propagación del contagio y sus desastrosos efectos para la población.
Y es que existe convergencia en que la comunicación efectiva y veraz es hoy un instrumento de política pública frente a la actual pandemia. Esta comunicación trasciende a los medios de prensa tradicionales, pues abarca todas las formas que permite Internet, particularmente las redes sociales. Pero siempre el mensaje se debe sustentar en la verdad, en la evidencia, en los datos y se explica de modo que la gente lea, vea o escuche y capte su esencia.
La era digital llegó para quedarse y con esto la forma de comunicarnos también. Como comunicadores, debemos estar cada día más conscientes de la poderosa herramienta que manejamos: por un lado, de la rapidez y la facilidad para comunicarnos sin fronteras y por otro, el riesgo a la desinformación y eventuales crisis informativas a raíz de esta misma inmediatez. La transformación digital entonces es el gran desafío para los profesionales de las comunicaciones.
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